DUELO NACIONAL: ELLOS SON LOS 13 PERUANOS QUE PERDIERON LA VIDA EN PATAZ.
#NACIONAL ¡Arriba está el veneco! ¡Que revise todo! ¿Ah? ¡Baja C.. —grita el secuestrador a la oscuridad—, baja baja, tranquilo nomás, si no C... te vuelo la cabeza.
Un muchacho baja visiblemente aterrado. Tropieza ligeramente, susurra algo, el delincuente tiene un fusil en las manos. El socavón se ilumina apenas con las lámparas de los cascos de los trabajadores que acaban de ser secuestrados. Son trece peruanos trabajadores formales de la empresa minera Poderosa en Pataz.
—¡Revísalo! —Grita uno de los delincuentes.
—¡Échate! ¡Échate M...! ¡Pon las manos a la espalda! ¡Las manos en la espalda mierda!
—Yo trabajo por mi mamá... Yo trabajo por mi mamá... —dice llorando el muchacho— No me maten, soy joven...
—¡Caraj°! ¡Tanto trabajo decente que hay y vienes a trabajar acá! —le increpa el delincuente —¿Cuántos años tienes?
—Diecisiete...
—¡Ya anda abajo nomás C...! ¡Cuántos faltan!
—¡Cuantos hay!
—¡Doce! ¡Falta uno más!
Los trece mineros se entregaron de espaldas y sobre el piso, obedeciendo las órdenes de los delincuentes, pensando que así evitarían que estos les vendaran los ojos con unos trapos amarillos, que los desnudaran en la oscuridad de un socavón en Pataz, con temperaturas bajo cero, pensando quizá que alguna autoridad peruana tomaría cartas en el asunto, que Diosito escucharía sus rezos, que sus muertos escucharían sus llantos. Que ocurriría un milagro: la zona se encuentra en "Estado de Emergencia" y hay policías y militares por todos lados. Pero no ahí. Y en la oscuridad de un socavón a veces tampoco llega Dios.
Gustavo Adrianzén, primer ministro del Perú, dijo que el secuestro era "inexistente". “Hemos recibido información no oficial que refuerza la idea de que este hecho no ocurrió”, señaló en una rueda de prensa. Los delincuentes pidieron cuatro millones de soles por la vida de los trece mineros. Pero la piel de un indio no cuesta tanto. En la parte que no verán en este video, uno de los asesinos pone la punta del fusil en la cabeza de uno de los mineros, que llora. ¡Por favooooor! Ruega ¡Por favorcitooooo! Entonces otro de los asesinos le grita: ¡No, huevón, en el cerebro no! ¡En el cuello, atrás pe, en la nuca nomás! Jajajaja ¡Veste huevón...! ¡Apura, oe!
Y entonces el criminal dispara, una, dos, tres, cuatro veces. Los cuerpos se van hacia adelante. Da un paso sobre los cadáveres. Los va pateando con su bota de jebe. Cinco, seis, siete, ocho veces. ¡Te falta uno, huevón! Le gritan ¡Fíjate bien, carajo! Nueve, diez, once ¡En la nuca, putamadre! ¡En el cuello! Así, sí, así está bien, vamos, apura. Se escuchan ruegos que se apagan. Se escucha llanto. Pero el gobierno no dice ni M...... Doce, trece veces.
Y ahora que ya tienen la sangre de trece peruanos más entre sus manos, ahora que las familias desesperadas claman por los cuerpos para enterrarlos, ahora que los políticos del gobierno están con la mierda hasta el cuello, envían "Agentes de Élite plenamente facultados para hacer usos de sus armas de fuego si las circunstancias lo ameritan", como reza el comunicado del Ministerio del Interior, y uno no puede terminar de entender qué es lo que tienen en la cabeza, qué entienden por el cargo que ocupan, cuán miserable se puede ser para negar lo innegable, para no mover ni un dedo en favor de trece peruanos secuestrados, de trece peruanos que pudieron ser salvados, de trece familias más que son víctimas de la delincuencia y del gobierno.
De trece poderosas razones para juzgarlos políticamente y meterlos en la cárcel a todos. De trece razones más para cambiarlo todo de una vez.